Paco entrevistó a Einstein

Paco está siempre dando vueltas por nuestra redacción. En realidad, es el encargado de ir a buscar la merienda para todos al bar de la esquina, pero esa tarea la decidió realizar él y solamente lo compensamos con una gaseosa o un café y con un sándwich de salame y queso.
Aunque sospechamos más de una vez que la vocación de Paco era el periodismo, de cuyos secretos no había logrado aún revelar ninguno, según creíamos.
Hoy se nos apareció con una novedad, junto a una fotografía y a un libro que apoyó sobre el escritorio del jefe.
-"¿Todavía están tratando de entrevistar a algún famoso?" - dijo, sabiendo perfectamente que ése era un objetivo de máxima hasta ahora nunca alcanzado por nuestro modesto equipo.
-"Pues sí," - respondimos. - "Pero los científicos famosos no andan por allí para que los encontremos con facilidad".
Paco sonrió con suficiencia.
-"Para que los encuentren ustedes, no. Pero para que Paco los encuentre..."
Lo miramos con desconfianza y sorpresa.
-"¿Has encontrado alguno?" - preguntamos.
Una sonrisa iluminó su rostro.
-"¿Les suena Alberto Unapiedra?" - dejó caer.
Negamos con la cabeza.
-"¿Y Albert Einstein?"
-"Nos suena como que murió en 1955." - indicó el jefe. - "En Princeton, Estados Unidos".
Comenzamos a alejarnos, resto de sándwich en una mano y medio vaso de gaseosa en la otra.
-"Acabo de estar con él". - dijo lentamente. - "Y no parecía muerto, ni un poquito. Estaba como en esta fotografía que venía dentro del libro que me regaló.".
Y nos mostró la que ven al comienzo de esta nota.
-"Esa es de hace décadas" - le explicamos. Pero el jefe decidió seguirle la broma.
-"¿Y pudiste entrevistarlo? - preguntó.
-"Afirmativo. Y me dio esa foto y ese libro." - respondió mientras extraía del bolsillo de su chaqueta mi grabador periodista (¡mi grabador periodista!) tomado sin mi permiso del cajón de mi escritorio.
Y se sentó en mi sillón, puso el grabador en el centro de la mesa y lo echó a funcionar. Así todos, con una curiosidad no fundamentada por ninguna razón valedera, prestamos una creciente atención al diálogo que emergía del aparato.
Lo transcribo sin comentarios, pues no se me ocurre nada. Además, era breve. Alguien con acento más de Madrid que de Ulm respondía calmadamente las preguntas del repórter, que no era otro que el propio Paco, el que vivía dando vueltas por nuestra redacción. Aquí va.
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-"Uno, dos, tres, probando. Buscando un científico famoso para entrevistar, encontré en un aula de la escuela de nuestro pueblo a un señor con cara de sabio. No es lo mismo, pero quizá sirva para practicar periodismo. ... Usted es parecido a Einstein, ¿sabía?"
-"No soy parecido. Soy Alberto Einstein."
-"Descendiente de..."
-"Ni descendiente ni ascendiente. Soy el Alberto Einstein a quien dice que me parezco."
-"¡Naaaa! Si ése murió hace mil años..."
-"Cincuenta y dos, para ser más exactos. Ese mismo."
-"A ver si sabe... ¿cómo es el rollo ese de la relatividad?"
-"Es difícil explicarlo en fácil... ¿cuál es su nombre?"
-"Francisco... pero me llaman Paco."
-"Bien, Paco, para que lo entiendas... Antes se creía que si todas las cosas materiales del universo se aniquilaran, el tiempo y el espacio permanecerían siendo lo que son. En cambio, según mi teoría de la relatividad, el tiempo y el espacio desaparecerán junto con las cosas. ¿Comprendes?"
-"Nada. Pero usted debe ser Einstein o alguien así porque habla en difícil."
-"Veamos, Paco. El tiempo, eso que mides con tu reloj, y el espacio, lo que mides con una cinta métrica, por ejemplo, están determinados por los cuerpos celestes: estrellas, planetas, etcétera. Tu ya sabes que un día..."
-"Es el tiempo que tarda la Tierra en dar una vuelta sobre su eje, según aprendí en la escuela."
-"Y un año..."
-"Es el tiempo que tarda la Tierra en dar una vuelta alrededor del Sol."
-"¡Muy bien, Paco! Entonces el tiempo y el espacio existen porque existen la Tierra, el Sol y el resto de los astros. Pero..."
-"¡Siempre hay un pero! ¡Justo cuando estaba comprendiendo!"
-"El tiempo no es una medida absoluta sino que varía cuando cambia la velocidad del cuerpo sobre el cual se lo mide."
-"¿Si voy más rápido, el tiempo no avanza igual que si voy más despacio?"
-"Tú lo has dicho. Si tú viajaras en un cohete, digamos, a 200.000 kilómetros por segundo..."
-"Se me daría vuelta el estómago y vomitaría hasta lo que comí la Navidad pasada."
-"Puede ser, pero ese no es el tema de mi explicación. Si viajaras a esa velocidad, tu tiempo se retrasaría mucho con respecto al de la Tierra."
-"¿Y yo cómo me daría cuenta de eso?"
-"No te darías cuenta hasta que regresaras a la Tierra. Allí saldrían a recibirte tus tartaranietos, pues si para ti hubiera transcurrido un año, en la Tierra habrían pasado cien o doscientos."
-"Mire, don Einstein o quienquiera que sea. Yo sé que no soy un muchacho culto ni mucho menos. Hasta dicen que soy algo tonto, pero no a tal extremo de tragarme esa bola. Si usted no quería hablar conmigo me lo hubiera dicho. Pero no este jueguito de hacerme entrar como un caballo para tomarme el pelo."
-"Toma, Paco, este libro que te dirá lo mismo que acabo de decirte. Es una traducción al español del que escribí en mi juventud, allá por 1905. Y te confesaré la verdad. Estoy muerto pero no lo estoy."
-"¿Otra de sus bromas con la relatividad?"
-"Algo así. Porque cada vez que alguien me nombra, me recuerda, habla de mí y de mis teorías, lee mis libros, revisa mis conclusiones, revivo. Como hoy, en que nos cruzamos porque seguramente tú pensabas en mí."
-"Es verdad, don. Justamente buscaba algún científico famoso para refregárselo en la cara a los muchachos de la redacción. Y seguramente pensé en usted, porque es conocido hasta por los ignorantes como yo."
-"La ignorancia es una enfermedad que se cura aprendiendo. Adiós."
-"¡Oiga, Alberto, no se vaya! ... ¿Dónde está? ... ¡Desapareció! ... Me voy corriendo a la redacción. Y les llevo la foto y el libro. Primero apago esto porque..."
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Una nota de Paco
transcripta y comentada
por Daniel Galatro
Oct/2007


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