La tecnología es inútil sin cerebros detrás

Fragmentos de una nota escrita por Antonio Elio Brailovsky y que nos fuera remitida desde California, EEUU, por Alberto Pringles.
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Una de las paradojas de la educación actual es que tenemos una muy fuerte presión para incorporar tecnologías cada vez más sofisticadas, mientras se produce un abandono creciente del pensamiento autónomo.

Es decir, que utilizamos herramientas complejas para formar mentes cada vez más simples.

Tal vez incida la presión de las empresas que nos venden artefactos electrónicos y que nos han hecho creer que la tecnología es un conjunto de aparatos, cuanto más nuevos y caros, mejor.

En esta oportunidad queremos sugerir un punto de vista diferente. Es decir, que la tecnología es, antes que nada, una manera de pensar, una forma de poner la cabeza ante la realidad.

Por eso queremos recordar que hacia el año 240 a.C. Eratóstenes de Alejandría midió la tierra comparando el largo de las sombras que marcan dos objetos en lugares diferentes. Sus cifras no son distintas de las obtenidas mediante satélites artificiales.

Más tarde, Hiparco calculó con precisión la distancia de la Tierra a la Luna midiendo el tiempo que la sombra de la Tierra tarda en atravesar la Luna durante un eclipse y tomando como referencia el tamaño de la Tierra calculado por Eratóstenes. Como no tenía un cronómetro electrónico suponemos que contó sus propias pulsaciones.

Precisamente, en recuerdo de esas hazañas intelectuales, una cantidad de científicos han tratado de impulsar el Proyecto Eratóstenes, para que los jóvenes de las escuelas medias repitan la experiencia y vuelvan a medir por sí mismos la Tierra. Sólo se requiere que en dos ciudades situadas sobre el mismo meridiano se midan la longitud de las sombras al mediodía y se pasen mutuamente los resultados.

Pensemos en las implicancias educativas de una práctica semejante. Podemos imaginar la fascinación de miles de adolescentes constatando por sí mismos el tamaño del mundo en el que vivimos. Sin embargo, la casi totalidad de las escuelas permanecieron impermeables al Proyecto Eratóstenes y sólo se hicieron algunas experiencias aisladas en muy pocos lugares.

Sería bueno pensar por qué nuestro sistema educativo puede incorporar con mayor facilidad una computadora que dos palitos.

Antonio Elio Brailovsky

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