Orgulloso de ser un Gil - por Daniel Galatro Gil


La efemérides de hoy recuerda que Martín Gil fallece en la ciudad de Buenos Aires el 9 de diciembre de 1955 a la edad de 87 años. Cada familia tiene a veces miembros prominentes que llegan a ser famosos. Mis antepasados ayudan a que los Gil no sean una excepción, aunque los usos y costumbres populares de Argentina multiplicaron el efecto de ser considerado "un Gil".

Mi abuelo Juan Gil Bermejo y mi abuela Rosa Gil, primos ellos entre sí y por eso con el mismo apellido, eran inmigrantes venidos desde la bella Galicia. Juan era gallego, no así Rosa, que residía en Madrid. Me contaba que cuando era pequeña su padre la llevaba a visitar al Rey, un amigo enfermo de quien había sido confesor, porque mi bisabuelo fue cura muchos años antes de casarse. Ponían para ella una sillita junto a la real cama de Alfonso XIII y así jugueteaba con el hombre más poderoso de un poderoso reino europeo. Eso ya me hacía sentir parte de una familia especial cuando disfrutaba de los relatos de mi abuela.

Pero mi abuelo Juan también me contaba, en tiempos en que juntos escuchábamos las zarzuelas transmitidas por radio y podíamos conversar un poco durante las pausas publicitarias, que cuando sus hermanos y primos se comenzaron a esparcir por el mundo lo hicieron hacia diversos países, uno de ellos la Argentina. Por ejemplo, una de sus hermanas se instaló en Buenos Aires y se convirtió en abuela de José Luis Rodríguez, alguien que se hizo actor y cantante famoso, con el seudónimo de "Silvestre" que aún lleva. Ese sería otro orgullo familiar pues porta como yo una carga genética que lo hace un verdadero Gil.

Y hay más. Parece ser que por otros puntos de la geografía argentina ya andaban desde mucho tiempo antes otros de mis antepasados más indirectos pero portadores del apellido al que hoy hago referencia. El tal Martín Gil era, según mi abuelo Juan, un primo que había nacido en la Córdoba de este "nuevo mundo" y se había transformado en abogado, funcionario y hasta brillante astrónomo aficionado de relevancia nacional. Y resultó este pariente quien convirtió el apellido familiar en todo un tema de la primera mitad del siglo XX, coincidente con los primeros años de una cultura tanguera que le puso un sello indeleble ("... te creés que sos un rana y sos un pobre gil...). Pero esto requiere una explicación algo más profunda.

Mi famoso familiar cordobés solía colaborar con periódicos locales y nacionales con notas acerca de los pronósticos del tiempo. La gente buscaba en esas noticias los datos de cómo andaría el clima en los días y meses subsiguientes. Parece ser que esas predicciones absolutamente basadas en datos científicos oficiales y mejorados con información propia del doctor Martín Gil resultaban acertados y confiables, a la vez que populares pues la gente común los aceptaba como muy válidos. Y en algún momento el "Gil" del astrónomo experto pasó de sustantivo propio a un "gil" sustantivo común, esto es, parte del folklore, esto es, el saber popular. Pero...

Quizá por los años 30, cuando alguien aventuraba algún datos relacionado con el tiempo le comenzaron a decir: ¿Qué te crees? No te vengas a hacer el "gil", aludiendo a mi pariente Martín. Y poco a poco esa denominación se fue extendiendo a todo el que hablaba de algo que no conocía bien. Este sentido amplio del término fue englobando cada vez más gente que lo merecía y ahora la "gilada" alcanza números apabullantes.

Pero hay todavía más. Según mi abuelo Juan, otro familiar famoso fue tapa de diarios durante mucho tiempo en el rubro deportivo y específicamente en el boxeo. Cirilo Gil fue un verdadero grande de esa especialidad. Nacido en Mendoza "allá por el 31", comenzó a practicar boxeo a las órdenes de un maestro inigualable a la hora de transmitir las enseñanzas técnicas, como Francisco "Paco" Bermúdez. Realizó una carrera amateur impresionante, que lo llevó a ser designado para integrar el equipo argentino que viajó a los Juegos Olímpicos de Londres, en 1948. Lamentablemente para Cirilo, dos días antes de su presentación en la competencia, debió ser operado de apendicitis. Una intervención urgente, que lo privó de aspirar a una medalla olímpica.


Y es así como a veces firmo orgullosamente como "Daniel Galatro Gil". Motivos no me faltan, y debe haber más que no conozco. Si mi abuelo era Juan Gil, mi abuela Rosa Gil de Gil, mi madre Margarita Sarah Gil, mis tías María de las Mercedes Gil y María Luisa Gil, y podría sumar algunos como los que hoy reconocí en la familia, "será justicia".

Daniel Aníbal Galatro Gil
(en esto de los giles, "aunque tenga que aprender, nadie sabe más que yo").
9 de Diciembre de 2016
Esquel - Chubut - Argentina