El Poeta ciego y la niña de sus ojos


El Poeta con mayúsculas, para el que el tiempo, el espacio, el infinito, la historia y la mitología conformaban un todo inseparable. El poeta ciego que, como Homero, cuajó el mundo de “sirenas y piedras imanes que enloquecen las brújulas”, de laberintos y mitos que se han convertido en adjetivos. Borges presenta en estas fotos su lado más amable, más humano, más feliz. Nos demuestra, afortunadamente, que mentía cuando escribió aquello de “he cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer, no he sido feliz”. Lo encontramos en Egipto “modificando el Sahara”, en Ginebra hablando con fantasmas ilustres, en Creta perdido en el laberinto, en París, Londres, Madrid…en su Atlas personal, reconstruyendo el relieve, los idiomas, los olores…al pasar sus dedos sobre el mapa invisible.


María Kodama, 30 años menor que Borges, lo acompañó en sus viajes para ejercer el enorme privilegio de ser sus ojos. Con una cámara al hombro y la capacidad de traducir el mundo para él, se convirtió en su musa, en la niña de sus ojos. Así, encontramos toda una serie de Haikus en el libro “La Cifra” dedicados a ella, “¿es o no es el sueño que olvidé antes del alba?”. Un atlas para ellos, dice María Kodama, era “un pretexto para entretejer en la urdimbre del tiempo nuestros sueños hechos del alma del mundo”, un lugar para el amor en su acepción más verdadera. No obstante, este amor se ha visto manoseado y ninguneado después de la muerte de Borges; pleitos y reclamos por derechos de autor han conseguido enemistar a muchos intelectuales con la viuda Kodama.


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