Recuerdos de mi muerte 4 - Daniel Anibal Galatro




La esquina del templo.

Una nueva "puntatta", diría un periodista italiano. El tema de mi experiencia de Enero del 2009 va tomando forma a través de estos apuntes. Y van surgiendo otras historias paralelas narradas por mis buenos amigos que confirman que "estas cosas pasan" y quizá no sean infrecuentes.

De vez en cuando alguien de esta realidad tiene la oportunidad de asomarse a algún otro lado y regresa con elementos que permiten suponer o confirmar lo que de eso se habla desde los primeros tiempos de la humanidad, es decir, desde la aparición de los seres autoproclamados "racionales" que exhibimos con orgullo nuestro lóbulo prefrontal. Y quizá, como lo propuse en una novela de hace siete años, éso sea realmente lo que la Biblia dice que constituye nuestra "imagen y semejanza de Dios".

Olguita me dice que en estos primeros apuntes estoy demasiado "geográfico", es decir, describo lugares que la mayoría de los lectores amigos no conocen y, por tanto, que no les significan demasiado. No así a quienes tienen experiencia esquelense y entonces pueden dimensionar mejor la importancia o no que esos lugares pueden tener. Y me pregunta por qué no les cuento lo realmente conmovedor de la historia: mi paso por el túnel hacia "el otro lado", que pudo coincidir según alguna mucama o enfermera del hospital con el espacio en el que se encuentra la morgue. O por qué no les digo del mensaje que encontré allí y que tenía relación con la misión por la que estaba en este tiempo en este mundo. O por qué...

Seguramente Olguita tiene razón (siempre la tiene), pero mis recuerdos están acumulados en mi corteza cerebral en forma relativamente desordenada y en cada apunte meto una imaginaria mano y saco lo que saco. O me guío por estas fotografías que anduve registrando en los últimos días. Ya habrá tiempo luego para armar un relato más coherente pero recuerdo a Olguita y a los amigos, que éstos son "apuntes" volcados algo al azar. Y hasta aquí "me da el cuero" en los primeros intentos de organización de la memoria.

Por eso en este cuarto apunte les contaré sobre la esquina de  Av. Fontana y 9 de Julio, hacia el oeste. Frente a La Anónima II, en el lugar donde suelen colocarse automóviles en venta, creo, y en el que puede verse un paredón decorado con pinturas. ¿Qué había allí cuando salíamos a caminar por las noches en esos paseos que nunca se dieron en la cruda realidad que me tenía postrado en una camilla y conectado a tubos diversos, con solamente mi subconsciente o lo que fuera andando por allí?

Era un templo enorme, parecido a la Catedral de Buenos Aires, con unas columnas de un metro de diámetro y diez metros de altura. Le atribuí la propiedad de ser la iglesia mayor de Esquel, aunque en realidad no recuerdo que tuviera ningún símbolo identificatorio tal como una cruz. Entonces, podría haberse tratado de un edificio destinado a otra cosa, lo que no pude verificar pues nunca cruzamos la Fontana para verlo de cerca.

Pero uno de los atardeceres en que nos detuvimos en la esquina opuesta (la de la frutería y verdulería que encontrarán allí), vimos detenido sobre la vereda un joven sentado sobre una pequeña motocicleta antigua y sosteniendo en su mano un megáfono a través del cual lanzaba su mensaje.

Alguien nos dijo que era uno de los entrenadores de esquí del cerro La Hoya, que muchas veces usaba su tiempo libre, generalmente al anochecer, para decirle a los transeúntes locales y a los turistas que pasaban por donde él estuviese, que había llegado el tiempo, que los seres de otras galaxias estaban acercándose y que comenzaríamos a relacionarnos con ellos. Que no había que tener miedo pues venían en misión de buena voluntad, y que todo iba a estar bien.

Como Olga y yo coincidíamos con sus ideas, se lo demostramos desde lejos saludándolo con las manos y luego mostrándoselas con los pulgares levantados. Y él nos respondió bajando el megáfono para sonreírnos abiertamente.

Fue la única vez que lo vimos y creo que la única vez que prestamos atención a ese edificio.

Según me cuenta Olgui, en uno de mis "regresos" le dije que los seres extraterrestres eran en realidad los ángeles de Dios y que estaban para cumplir sus indicaciones. Y que estábamos en esa clínica - no sólo yo sino también ella - para ser "limpiados", es decir, puestos en las mejores condiciones para poder seguir cumpliendo nuestra misión terrenal.

Quizá haya sido luego de mi experiencia extracorpórea en la que nos encontramos con el joven del megáfono. No lo sé, pues no logro secuenciar las cosas que me pasaron. Las recuerdo todas como "postales", es decir, como hechos aislados.

Será hasta el próximo recuerdo. Gracias por los comentarios que me hacen llegar. Por si algo le faltaba a esta historia, la participación de ustedes la enriquece cada día.

Daniel Aníbal Galatro
Esquel - Chubut - Argentina.

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