Relato inconcluso
Borges llama «crónica» a este relato inconcluso, que «no llega a ser un cuento y que bien pudo haber sido la única novela del autor». Tiene, en efecto -añade Julio Ortega- de la crónica el estilo enumerativo, incluso cierta distancia ante los hechos narrados; y discurre con el tiempo sumario del cuento, que baraja tránsitos y decepciones; pero de su drama familiar emerge la historia novelada de las fundaciones republicanas, o la novela de la historia de los desheredados de la patria que sus padres liberaron. «La fundación extraviada anuncia la novela incumplida, que en estas límpidas y luminosas páginas brilla fugazmente, como el cuento inacabado de una historia incompleta. De todos modos, Borges tenía una visión heroica de la emancipación americana, y fue escrupuloso con su historia», subraya Julio Ortega. Los grafólogos que han estudiado el texto de «Los Rivero» lo consideraron dos o tres años posterior a «El Aleph»; se pudo escribir circa 1950. Del Centro Editores, gracias a Claudio Pérez Míguez, que mantuvo amistad con el creador argentino (a quien fotografió vestido de hombre lobo en su casa), y en colaboración con la Fundación Internacional Borges, presentará la buena nueva borgiana el día 18 en Madrid, con motivo del Bicentenario de la Revolución de Mayo.
La decadencia del héroe
Claudio Pérez Míguez, director de Del Centro Editores, explica a ABC que sobrevuela en el texto la decadencia del héroe. Se trata de un relato muy atípico en Borges, incide el editor, arropando el argumento de Julio Ortega de que podría haber sido la primera parte de la novela que Borges siempre quiso escribir: «Todo el relato se sostiene sobre la descripción de los miembros de los Rivero. Por vez primera el escritor argentino se aleja de la trama para realizar una recreación exhaustiva de los Rivero, maravillosa. En pocas páginas, cuatro, enhebra la decadencia de esta familia, los Rivero, que supone una metáfora también de la decadencia argentina. Los Rivero sienten que no se les da el lugar que se merecen por ser quienes son. El país argentino, a principios de siglo, está invadido por «gringos», por extranjeros, y ellos, los Rivero, que son herederos de los fundadores de la patria, no tienen el sitio que se merecen», apunta Pérez Míguez. Del Centro Editores edita el hallazgo borgiano en una obra de lujo, en colaboración con la Fundación Internacional Jorge Luis Borges: cien ejemplares con ilustraiones del artista argentino Carlos Alonso. La grandeza de la tinta de Borges, que en este manuscrito es microscópica, delinea la decadencia de unos desheredados y un siglo de la historia de la Argentina, que siempre llorará por él
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LOS RIVERO» (primera página completa del inédito de Borges)
Hacia 1905, la cancel de hierro forjado había cedido su lugar a una puerta de madera y cristales y bajo el llamador de bronce había un timbre eléctrico, ahora, pero en general la casa de los Rivero -con el zaguán oscuro, con los patios de baldosa colorada, con el aljibe inútil y con una higuera en el fondo- correspondía con suficiente rigor al arquetipo de casa vieja del barrio Sur, y el espectro del coronel Clemente Rivero (que murió, desterrado, en Montevideo, dos meses antes del pronunciamiento de Urquiza) lo habría identificado sin mayor dificultad. Es sabido que la historia argentina abunda en glorias familiares y casi secretas, en próceres que llegan a ser el nombre de una calle; tal vez no huelgue recordar al lector que el coronel Rivero fue el héroe de la primera carga de Aturia, título que en vano le niegan todos los historiadores venezolanos, víctimas de la envidia y del localismo, y que defienden con razones irrefutables los argentinos amantes de la verdad. En el desorden de las guerras de la independencia de América, el coronel Rivero tuvo un claro momento de gloria, cuando «lanceó a los godos» y decidió la suerte de una provincia; sus bisnietos guardaban con piedad y con justificadísimo orgullo el hierro de la lanza que blandió entonces.
Para ayudar la imaginación del lector de esta crónica hemos invocado el barrio Sur; la verdad es que la casa de los Rivero estaba en la calle Sarmiento, a una distancia no infinita de la plaza del Once. Los muebles de la sala eran los mejores; sobre la chimenea nunca encendida, un turbio espejo con molduras duplicaba las piezas de caoba, también bruñidas; el hermoso juego hamburgués era de los que ahora sirven para definición de lo criollo. En la sala estaba asimismo el retrato ovalado del coronel, obra de un pincel catalán; el mayor de los bisnietos, Fermín, que había heredado el terco mentón y la nariz chata del prócer, solía demorarse bajo la imagen para que las visitas, nada frecuentes, advirtieran el parecido
JORGE LUIS BORGES
Fuente: http://www.abc.es/
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