Borges dichos, reportajes e historias

Sobre sus libros
Mis amigos me dicen que mis cuentos son muy superiores a mis poesías, que soy un intruso en la poesía y no debería escribir versos, pero a mí me gustan los versos que escribo. Hay dos libros que me han granjeado alguna fama: Ficciones y El Aleph. Es decir, los libros de cuentos fantásticos; pero yo ahora no escribiría cuentos de ese tipo. Me parece que no están mal, pero es un género que me interesa poco ahora (o del cual me siento incapaz y por eso digo que me interesa poco). A mí me gusta más El informe de Brodie y quizás el libro que estoy escribiendo ahora y cuyo título no me ha sido aún revelado, pero nadie comparte mis opiniones. Además, tuve la desgracia de escribir un cuento totalmente falso: "Hombre de la esquina rosada". En el prólogo de Historia universal de la infamia advertí que era deliberadamente falso. Yo sabía que el cuento era imposible, más fantástico que cualquier cuento voluntariamente fantástico mío, y sin embargo, debo la poca fama que tengo a ese cuento. Y aunque después escribí otro cuento. "Historia de Rosendo Juárez", como una suerte de palinodia o de contraveneno, no fue tomado en serio por nadie. No sé si lo leyeron, o simularon no haberlo leído, o si lo tomaron por un mal momento mío. El hecho es que yo quise referir la misma historia tal como pudo haber ocurrido, tal como yo sabía que pudo haber sucedido cuando escribí "Hombre de la esquina rosada" en 1930, en Adrogué. La escena de la provocación es falsa; el hecho de que el interlocutor oculte su identidad de matador hasta el fin del cuento es falso y no está justificado por nada; el lenguaje es, de tan criollo, caricatural. Quizás haya una necesidad de lo falso que fue hallada en ese cuento. Además, el relato se prestaba a las vanidades nacionalistas, a la idea de que éramos muy valientes o de que lo habíamos sido; tal vez por eso gustó. Cuando yo tuve que leer las pruebas para una reedición lo hice bastante abochornado y traté de atenuar las "criolladas" demasiado evidentes o, lo que es lo mismo, demasiado falsas. Lo curioso es que las personas que admiran ese cuento lo llaman "Hombre de la Casa Rosada" y suponen que me refiero al Presidente de la República.

"El Aleph" es un cuento que me gusta. Me acuerdo de que mi familia se había ido a Montevideo; yo estaba solo en Buenos Aires y lo escribía riéndome, porque me causaba mucha gracia. Y luego hubo otro cuento, que se llama "Las ruinas circulares", con el que me ocurrió algo que no me ha sucedido nunca. Ocurrió por única vez en la vida, y es que durante la semana que tardé en escribirlo (lo cual en mi caso no significa morosidad, sino rapidez) yo estaba como arrebatado por esa idea del soñador soñado. Es decir, yo cumplía mal con mis modestas funciones en una biblioteca del barrio de Almagro; yo veía a mis amigos, cené un viernes con Haydeé Lange, iba al cinematógrafo, llevaba mi vida corriente y al mismo tiempo sentía que todo era falso, que lo realmente verdadero era el cuento que estaba imaginando y escribiendo, de modo que si puedo hablar de la palabra inspiración, lo hago refiriéndome a aquella semana, porque nunca me ha sucedido algo igual con nada.

Buenos Aires
­Si hicieras un repaso a toda tu vida, ¿cuáles te parecerían los momentos más importantes?
­Mi primer regreso a Buenos Aires. Y luego, momentos muy íntimos, que fueron felices, y aquellos en que escribo, en que siento cierta satisfacción, aunque no me guste lo que escriba. He llegado a comprobar que la satisfacción que uno siente al escribir tiene poco que ver con el mérito de lo que escribe, lo cual concuerda con aquella sentencia de Carlyle: "Toda obra humana es deleznable, pero la ejecución de esta obra es importante". Una vez hecho algo, no puede valer mucho; es una obra humana con todas las imperfecciones de lo humano, pero el hecho de ejecutarla sí es interesante. Luego, tengo recuerdos de infancia, de alguna jineteada, de haberme sentido muy feliz nadando y recuerdos de lugares... Pero Marcel Proust decía que cuando uno extraña un lugar, lo que realmente extraña es la época que corresponde a ese lugar; que no se extrañan los sitios, sino los tiempos. Es decir que cuando pienso que a veces me sentía feliz en Texas es porque me sentía feliz en aquel momento, pero si volviera a Texas ahora no hay ninguna razón para que pueda sentirme feliz allí. O cuando yo sabía que sólo faltaban tantos días para volver a Buenos Aires. Pero entonces había algo de angustioso, porque siempre existía el temor de que ocurriera algo que entorpeciera la vuelta.
-¿Siempre te importa mucho volver a Buenos Aires?
­Sí, me importa mucho volver, y aun en algún viaje último, en que yo sabía que no volvía a algo especialmente grato, que volvía a una rutina no demasiado deliciosa. Pero siempre he sentido que hay algo en Buenos Aires que me gusta. Me gusta tanto que no me gusta que le guste a otras personas. Es un amor así, celoso. Cuando yo he estado fuera del país, por ejemplo en los Estados Unidos, y alguien dijo de visitar América del Sur, le he incitado a conocer Colombia, por ejemplo, o le recomiendo Montevideo. Buenos Aires, no. Es una ciudad demasiado gris, demasiado grande, triste ­les digo­, pero eso lo hago porque me parece que los otros no tienen derecho de que les guste. Además, generalmente lo que les agrada a los extranjeros es lo que nunca le importa a uno. La idea de encantarse con el estanque de Palermo, con el Obelisco o con la calle Florida es bastante triste. El hecho de extasiarse ante el rascacielos de Cavanagh es una cosa de locos. O con lugares del sur de la ciudad, que son totalmente apócrifos. Un porteño siente que los han edificado la semana que viene, digamos.
una persona me preguntó: "Si usted no hubiera nacido aquí, ¿dónde le hubiera gustado nacer?"­"En la calle Tucumán y Suipacha, en Buenos Aires".
Se lo dije porque la pregunta fue hecha con mala intención. Ella quería que yo quedara como un traidor y dijera: "Hubiera querido nacer en Escocia o en Noruega". O mejor todavia: "En Texas". Pues no: yo hubiera querido nacer en Buenos Aires; lo siento mucho.
Me he acostumbrado a ser el que soy. Si hubiera nacido en cualquier parte... En Yorkshire ­un lugar más lindo que éste­, no sería yo el que hubiera nacido alli, sino otra persona...


sobre los reportajes


Generalmente siempre son las mismas preguntas. La primera es si soy argentino.


Les digo que sí, que al fin y al cabo no es tan raro ser argentino, puesto que estamos en Buenos Aires y en esa ciudad habrá seis o siete millones de argentinos y que en el país habrá veinte o veinticinco millones. Raro sería ser argentino en Groenlandia o en Pakistán. Otra pregunta repetida es si todo lo que escribo lo hago primero en inglés y luego lo traduzco al español. Yo les digo que sí, que, por ejemplo, los versos: "Siempre el coraje es mejor, / nunca la esperanza es vana, / vaya pues esta milonga, / para Jacinto Chiclana" se ve en seguida que han sido pensados en inglés; se notan, inclusive, las vacilaciones del traductor. Pensemos que si escribir es dificil, mucho más dificil es escribir primero en un idioma extranjero y luego traducirlo. No creo que nadie haga eso. Creo que yo seria en la historia de la literatura el primer caso si procediera de una manera tan tortuosa. Otra pregunta es: ¿Cuál ha sido el momento más importante de su vida? Son preguntas que no tienen contestación, porque los momentos más importantes... uno generalmente se da cuenta de cuáles son mucho tiempo después (si es que se da cuenta). Además, ¿qué quiere decir más importante? ¿Más importante emocionalmente? ¿Intelectualmente?
sobre el mate
  "He tomado mucho mate cuando era joven. Tomar mate, para mi, era la forma de sentirme criollo viejo. Me lo cebaba yo mismo y creo que lo hacía muy mal porque siempre había flotando unos palitos sospechosos. Tenía dos mates, uno común, y otro de los que se llaman galleta. Y ahora, caramba, he perdido el hábito. "


"En el Cairo uno entra en una tienda y le ofrecen, inmediatamente, café, vino, frutas... Luego le dicen: 'Bienvenido a Egipto'. Después cuando uno pregunta el precio de algo, con toda cortesia le advierten. '¡No, señor! ¡Es un regalo!' Pero se sobreentiende que esto es una convención y que no es un regalo que se deba aceptar. En seguida viene el regateo, que puede durar media hora o tres cuartos de hora. Uno ofrece cinco y ellos piden veinticinco y todo eso para que, finalmente, el precio quede en diez. Y es una maravilla porque si uno no compra nada, igual son muy corteses. "
"Ellos no han descubierto el mate, pero igual han encontrado una manera, casi más simpática, de perder el tiempo. "
"Sarmiento fue el hombre más importante que ha producido nuestro pais. Creo que fue un hombre de genio y creo que, si hubiéramos resuelto que nuestra obra clásica fuera el Facundo, nuestra historia hubiera sido distinta".


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Fragmentos extraídos del libro "Borges,sus días y su tiempo" de María E.Vázquez. ©1984 Javier Vergara Editor
  Fuente: Grupo facebook: Jorge Luis Borges
http://www.facebook.com/borgeanos#/notes/jorge-luis-borges/jorge-luis-borges-dichos-reportajes-e-historias/244748330482

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