Hay libros, y cuántos, que no poseen mayor relevancia literaria, pero porque están configurados dentro de un esquema moral y espiritual de alto valor, se convierten rápidamente en textos de cabecera, o en lecturas de referencia. El lector abre sus páginas, en cualquier momento del día o de la noche, una y otra vez, buscando en su interior, en su carozo, en sus líneas trazadas con seguridad y aplomo, un destello de luz, o al menos un estado de fosforescencia o luminiscencia que sea capaz de alumbrar aquellos momentos oscuros, casi tenebrosos del alma.
No es fácil escribir un libro en el que se cante a la existencia misma.
Para hacerlo, hay que tener un testimonio de vida fidedigno, una conciencia madura, un dominio de carácter, un conocimiento importante de la naturaleza humana, una armonía interior digna de mención, un sentir apasionado por los seres y el mundo; hay que ser, en definitiva, el reflejo diario de una salud mental y espiritual inquebrantable.
Me toca escribir un comentario sobre “Canto a la vida”, un material literario con claros mensajes místicos escrito por Eduardo A. Casati Pastor.
El autor nos acerca muchas experiencias, algunas en situación de límite o de borde, que le marcaron a fuego en la existencia y que él supo convertirlas en bien propio, y ahora, con la publicación del citado material, en bien común o colectivo. Escribe acertadamente que el ser humano no debe perder dos valores fundamentales, que hacen a su felicidad, a su equilibrio personal: la ilusión y la esperanza.
Llegar a la felicidad puede tomar toda la vida al ser humano en este mundo y, en su apretado trajinar, que resulta a veces ser un retroceso, un diario paso atrás, se concluye que el fracaso pudo más, mucho más que el triunfo.
Eduardo Casati nos dice que uno de los poetas que más le agradan es el británico nacido en la India Rudyard Kipling.
Textuales palabras del autor: “En un momento especial de mi vida cuando me encontraba sumido en un profundo dolor, cayó en mis manos su poema ‘No desistas’, que se transformó en mi Biblia”.
A mí, particularmente, me gusta mucho su concepto sobre las experiencias, buenas, malas o pésimas, que a todos los seres humanos nos tocan vivir, y que en su caso particular fueron puliendo su personalidad y moldeando su estilo de vida, marcado por un sentimiento de triunfo y una dosis diaria de optimismo. Escribe así Casati: “Experiencia no es lo que a uno le pasa en la vida, sino lo que uno aprende de lo que le
pasa”.
Y al autor lo marcó, y cuánto, una situación extrema, cuando solo contaba con apenas seis años. Había ido al río, con su familia, en unas vacaciones. Las aguas, caudalosas, en un momento dado lo arrastraron. Vino a su mente asustada la idea de que no quería morir. Cuando ya la desesperación se había apoderado de su mente y de su físico, oyó el grito de su padre, quien le decía que nadara y no gritara. Y eso hizo: nadar con todas sus fuerzas, a pesar de que su cuerpo estaba totalmente golpeado. Confió en su fortaleza y dio otro rumbo a un destino que podría ser trágico para él.
Este es un texto muy alentador, tiene la capacidad de tocar nuestras emociones más escondidas y de hacernos reflexionar sobre la vida y sus más inesperadas como extrañas circunstancias a través de una perspectiva positiva.
El libro se encuentra en venta en las principales librerías de Asunción.
Delfina Acosta
Asunción del Paraguay
24 de Julio de 2011
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