*Entre gemas diversas, la muestra que culminó el domingo en Buenos Aires exhibió la mayor colección en venta de originales manuscritos del autor de "Ficciones
Un Decamerón impreso en 1590, unas Predicciones de Nostradamus del siglo XVII, bandos originales de nuestro pasado colonial y diversos trabajos de las primeras imprentas argentinas formaron parte del interesante despliegue de piezas que integraron la séptima Feria del Libro Antiguo de Buenos Aires que culminó el domingo. Dicho esto, todos los concurrentes parecen coincidir en que el patrimonio más atractivo fue el conjunto de manuscritos hológrafos de Jorge Luis Borges, con su letra cada vez más chica, curiosamente, a medida que perdía su visión.
Tachaduras, llaves ‘sinópticas’ que encerraban términos alternativos entre los cuales luego Borges elegiría el definitivo, notas diversas y hasta dibujos propios podían apreciarse al leer en las vitrinas esos textos originales -pre-textos inclusive-, entre los que se incluían obras suyas como Emma Zunz, Mateo XXV, 30, La biblioteca total (antecedente inmediato de La biblioteca de Babel, cuyas escasas carillas se venderían con el tiempo en Europa por unos U$S 500.000). Más allá de todo esto, lo emocionante residió en el sólo hecho de leer o releer, recorriendo palabra por palabra, el trazado literario exquisito, la orfebrería verbal admirable que Borges puso en juego cada vez que generó una obra.
En charla con Ñ Digital, María Bernadó, de Víctor Aizenman-Librero Anticuario, reveló algunas facetas de la formación y las transiciones de la colección de manuscritos que se expuso por primera vez en el país, luego de ser exhibida este año en las ferias de Frankfurt y París. Por su parte, Alberto Casares, presidente de ALADA (Asociación de Libreros Anticuarios de la Argentina) comentó el crecimiento alcanzado por la feria y precisó la concepción que se maneja actualmente del libro antiguo. "Eramos diez librerías de anticuarios cuando empezamos en 2004", dijo Casares. "Hoy somos 24 los expositores, y a eso se suma la participación de encuadernadores de primer nivel, talentosos y argentinos jóvenes premiados en el exterior que desarrollan una actividad casi oculta, sin difusión. Siempre el libro antiguo, de todos modos, es para una minoría", añadió.
—¿Surgen coleccionistas de las ferias?
—AC: Es muy difícil detectarlo, pero seguramente sí, porque el tema del coleccionismo es así. Llega un momento en que pica el bichito y empieza una historia nueva. Hay gente que no se ha planteado jamás ser coleccionista y después se da cuenta de que ha llegado a serlo a partir de adquisiciones que ha hecho de determinadas piezas. Por la cantidad de expositores, esta feria es como entrar en una enorme librería anticuaria, la más grande de Buenos Aires. Se puede ver una enorme cantidad de libros importantes, por su calidad, por su contenido y por su alto precio, pero también libros de precios accesibles para otro tipo de coleccionismo, porque el coleccionismo es tan amplio como las posibilidades que el libro ofrece.
En efecto, la feria propuso un recorrido por ejemplares con un abanico muy amplio de valores, de extremo a extremo. Además de curiosear y aprender, existió la posibilidad de retornar a casa con algún librejo irresistible. Ahora, si alguien pensó en volver al hogar y enmarcar en el living un manuscrito de Borges, probablemente haya llevado a la muestra más de una tarjeta de crédito.
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