Creo que es muy difícil ser desapasionado y objetivo a la hora de escribir sobre hechos pasados.
por Delfina Acosta
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Trataré de ser puntual en un ejemplo: ¿Cómo ser libre de alguna pequeña emoción, siquiera, sobre todo cuando lo que se cuenta, se trae a la memoria, guarda relación con el genocidio y la ruina que significó la Guerra Grande para los paraguayos?
Repito: No creo que nadie pueda ser totalmente frío y calificadamente objetivo en el momento de elaborar un libro de historia.
Otras historias de la independencia es el título del excelente material publicado por el sello editorial Taurus, que pertenece al grupo Santillana/Prisa ediciones. Bajo la coordinación de Bartomeu Meliá, los ensayos de Guido Rodríguez Alcalá, Liliana M. Brezzo, Milda Rivarola, Fabricio Vázquez, Hugo Oddone e Ignacio Telesca van acercando al lector páginas y más páginas que se enlazan con nuestra independencia de la Corona española, la hecatombe que significó para el país la guerra contra los aliados Brasil, Argentina y Uruguay en 1870, etcétera.
Sobre todo me llama la atención el análisis muy crítico de Guido Rodríguez Alcalá, quien en su exposición “Las relaciones de Paraguay con Argentina y Brasil en el marco de su independencia” mete el dedo en la llaga: “Juan E. O’Leary (1879-1969) utilizó la historia como un medio para despertar el sentimiento patriótico: ‘he querido ser el animador, el unificador y el dignificador del espíritu nacional’. Antes que historia escribió una novela (de acuerdo con la idea de Ferro) que exaltaba el heroísmo militar de los buenos paraguayos frente a la cobardía de los malos paraguayos, es decir, los servidores de los intereses extranjeros durante la Guerra contra la Triple Alianza (1864- 1870). Esa particular visión de un periodo de la historia paraguaya se hizo extensiva a todo el conjunto y se incorporó a la ideología de los regímenes militares”.
Y yo expreso: A Juan E. O’Leary le movió un espíritu patriótico, es cierto (téngase en cuenta “el hombre y su circunstancia”), pero quizás pecó de patriotismo. Se lee en el ensayo de Rodríguez Alcalá, que envió una carta al presidente, en la que decía a Stroessner (refiriéndose a la fecha de la independencia paraguaya): “En días como los presentes, aproximémonos a reverenciar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo de nuestra Trinidad Patriótica: al doctor Francia, al Patriarca de nuestro progreso y al Mártir de Cerro Corá...”. Y continuaba diciendo en su misiva: “Usted siga siendo, como ya lo es, el continuador de la obra constructiva de los tres grandes hombres que forjaron la nacionalidad”.
Aquellos tres grandes hombres eran José Gaspar Rodríguez de Francia, Carlos Antonio López y Francisco Solano López, en la idea de O’Leary. A Stroessner le vino como anillo al dedo aquella formulación de la Trinidad Patriótica y se consideró partífice de la misma...
Felicito a Guido Rodríguez Alcalá por la conclusión con la cual pone término a su exposición. Van unas líneas de la misma: “Varios regímenes militares movilizaron la opinión pública contra los supuestos enemigos del Paraguay, incluyendo los países vecinos. Aquella prédica nacionalista, que favoreció las manipulaciones de los regímenes militares de la región, fue incorporada a los textos de enseñanza escolar, a la rutina periodística y a la mentalidad de un considerable sector de la población paraguaya”.
Por otra parte, Rodríguez Alcalá expresa algo altamente saludable: “Es alentador que el Ministerio de Educación, en los dos últimos años, haya decidido realizar una revisión de los programas de enseñanza de la Historia”. Por mi parte, pienso lo mismo.
Bartomeu Meliá, en el segmento “Los pueblos indígenas en la independencia” cuenta que estos habitantes de la selva, los guaraníes, ya estaban curtidos en materia de quebrantos, como quien dice, porque habían pasado y sufrido las fases más penosas correspondientes a la conquista y la colonización. Desde 1814, españoles europeos y criollos eran obligados a contraer matrimonio con indias de los pueblos, mulatas o pardas. El Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia mantuvo esa determinación desde la época en que fue designado cónsul y la reforzó posteriormente.
Liliana M. Brezzo, en el segmento “Las visiones alternativas”, nos ofrece una parte del capítulo titulado “Intelectualidad paraguaya” del escritor Ignacio Pane, donde afirma: “Podemos decir que hoy, gracias a la juventud, se ha suprimido la añagaza partidista del lopismo y consagrar como credo nacional que si los López son pasibles de crítica por sus actos despóticos, son dignos de admiración y orgullo colectivo por su inteligencia y patriotismo”. Y sobre ese punto hace un acertado razonamiento, la Brezzo, que no puede pasarse por alto de ninguna manera: “La historia, pues, tenía como función principal cooperar en la reconstrucción de la patria, por lo que cualquier crítica al pasado resultaba inadmisible”.
Milda Rivarola, en el segmento “Los yerbales”, nos acerca una trágica realidad del pasado: “Debido a su condición militar, la situación laboral de los reclutas-mensúes se tornó más dura. Según el capitán inglés T. Page ‘los nativos los explotan bajo la dirección de funcionarios a quienes se describe como despiadados...’ Los yerbales en el Paraguay inspiran el mismo terror que las minas del Brasil o del Perú”.
Recomiendo la lectura de este libro, pues está fina y solventemente elaborado.
27 de Noviembre de 2011
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