Lo que sabíamos de Elena Garro

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Elena Garro (México, 1920-1998), autora de una veintena de títulos, entre ellos Recuerdos del porvenir, sobre las revueltas en México. Revolucionaria (pero anticomunista) vivió en más de una ocasión el exilio. Casada con Octavio Paz, conoció a Adolfo Bioy Casares a finales de los ‘40, en un hotel de París. Ella misma contaría: “Mantuvimos una amistad que se prolongó durante veinte años, pero de repente se acabó. Fue un gran amor y creo que yo fui el gran amor de su vida”.

Jovita Iglesias, ama de llaves durante décadas de los Bioy, cuenta (junto a Silvia Renée Arias) cómo terminó el romance. Un día Garro llama a Bioy diciéndole que tiene que viajar a Europa por una enfermedad de su hija, y le pide que les cuide sus gatos. Y les manda ocho gatos de Angora en dos jaulas, desde México. “Pepe fue a buscarlos a Ezeiza. Tenían papeles y todo. Cuando los trajo a Posadas, la señora Silvina dijo: —Ah, no, estos gatos aquí no entran, se quedan afuera.

“Maullaban como locos. Decidieron llevarlos a un hogar para gatos en la calle Gaona. Fueron Pepe y Silvina, y la señora me contó después que había gatos por todos lados, incluso hasta arriba de los muebles. Soltaron allí los gatos de Elena, que eran muy lindos y estaban muy bien cuidados, claro, y los pobres animales se enloquecieron... Después, Pepe iba a pagar por ellos mensualmente. Era una cuota bastante alta. Y un buen día Silvina se plantó y dijo que ya no pagaría por esos gatos, que los soltaran, que hicieran lo que quisieran con ellos. Bioy le había dicho a Elena que los había llevado al campo, que allí estaban muy bien, para que se quedara tranquila. Pero ella, cuando lo supo, se volvió loca. De los gatos nunca más se supo nada”.

Cuenta Daniel Balmaceda en Romances argentinos de escritores turbulentos que también los cónyuges de los amantes Garro-Bioy Casares buscaron un acercamiento. Silvina Ocampo y Octavio Paz se citaron en una esquina de París. “El problema fue que en esa esquina había dos cafés y cada uno fue a uno distinto. Como los dos eran miopes, no se vieron. Es más, los dos se enojaron por el faltazo del otro. Pasados un largo tiempo se enteraron de que los dos habían acudido a la cita”

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