(Ver los capítulos anteriores en este mismo blog)
¿Dónde suponía que estaba?
Sin casi dudarlo, puedo afirmar que la clínica en la que estaba internado se
localizaba en la esquina oeste de la intersección de 9 de Julio y Sarmiento
(donde en la "realidad" se alza un importante hotel de la ciudad). De vez en cuando, en mi "delirio" miraba por una
ventana, y más tarde, cuando anochecía, salía a "dar una vuelta" con
Olga que me venía a buscar.
Era un edificio antiguo con ventanales muy altos, cada uno con persianas típicas verticales plegables, amplios vidrios, y cortinas que también reflejaban muchos años de servicio. La habitación - que luego resultó tener un parecido con la sala de internación de cirugía del hospital - tendría unos8 metros por 4, más o
menos, y recuerdo dos o tres ventanas que daban hacia la esquina norte de la
intersección (de la que tengo mucho para contar), es decir, cruzando la calle
Sarmiento, y una ventana más que daba hacia la esquina sur.
Sobre la calle 9 de Julio estaban las también antiguas puertas por las que se ingresaba a la clínica, situadas a continuación de esta sala, y pasaban por esa vía numerosos automóviles, varios ómnibus urbanos y también había una parada de taxis, que no eran blancos como los reales en Esquel sino amarillos al estilo neoyorkino.
Aquí coloco un punto y aparte que me permita separar este apunte del que le seguirá, si Dios quiere. Quedo a la espera de la continuación del relato, pues seré como de costumbre no solamente quien lo escriba sino también el primero en leerlo (y seguramente en sorprenderse con él).
Era un edificio antiguo con ventanales muy altos, cada uno con persianas típicas verticales plegables, amplios vidrios, y cortinas que también reflejaban muchos años de servicio. La habitación - que luego resultó tener un parecido con la sala de internación de cirugía del hospital - tendría unos
Sobre la calle 9 de Julio estaban las también antiguas puertas por las que se ingresaba a la clínica, situadas a continuación de esta sala, y pasaban por esa vía numerosos automóviles, varios ómnibus urbanos y también había una parada de taxis, que no eran blancos como los reales en Esquel sino amarillos al estilo neoyorkino.
Aquí coloco un punto y aparte que me permita separar este apunte del que le seguirá, si Dios quiere. Quedo a la espera de la continuación del relato, pues seré como de costumbre no solamente quien lo escriba sino también el primero en leerlo (y seguramente en sorprenderse con él).
(continuará)
Daniel Aníbal Galatro
Esquel - Chubut - Argentina
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