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Va a ser difícil olvidar la mayor catástrofe natural del último siglo. Los más de 150.000 muertos, los miles de desaparecidos y los incalculables daños económicos que ha provocado el tsunami más potente conocido simbolizarán siempre la incertidumbre de la vida sobre un planeta geológicamente activo. Por eso es tan importante extraer conclusiones del terremoto y maremoto del Golfo de Bengala.
Dos semanas después de que la ola gigante destruyera la vida y la hacienda de 12 países ribereños del Indico, ya se pueden analizar algunas de las lecciones científicas que nos ha dado el tsunami y que conviene no olvidar:
¿Se puede evitar un 'tsunami'? Las olas gigantes son provocadas por movimientos sísmicos, vulcanología submarina o caída de un meteorito. Esto último no sucede más que cada 10 millones de años y poco se puede hacer ante cualquiera de los tres fenómenos. Pero, una vez dicho esto, existe toda una tecnología preventiva muy eficaz, y que en el caso de la tragedia en el Indico podría haber evitado muchos miles de víctimas.
Fue a raíz de un maremoto que mató a 300 personas a mediados del siglo pasado cuando se instalaron los primeros sensores de olas gigantes en el Pacífico. El sistema ha salvado muchas vidas desde entonces. También es cierto que la red no es perfecta y que ha lanzado la alerta innecesariamente en siete de cada 10 ocasiones. Esta imperfección está provocando que mucha gente no adopte las medidas necesarias de prevención, lo que puede situar a los países del Pacífico en la boca del lobo. Además, las alertas innecesarias provocan pérdidas económicas considerables al parar toda la actividad costera.
Predicción. Los expertos afirman que es absolutamente imposible prever un terremoto. Sin embargo, cada año se logra avanzar en el conocimiento de estos fenómenos de la litosfera. El Laboratorio de Grandes Terremotos de la Academia de Ciencias Rusa elabora cada seis meses un mapa de riesgo de áreas geográficas. Bajo la dirección de Vladimir Keilis-Borok, los matemáticos y físicos de este centro utilizan la estadística para sus previsiones. Algunos de los mapas de riesgo se elaboran en colaboración con otros institutos de países desarrollados que les piden su colaboración.
Por su parte, los estadounidenses tratan de llegar a sus predicciones por medio de la observación de cambios físicos, químicos y electromagnéticos. Un equipo acaba de instalar sensores en la falla de San Andrés, California.
Una y otra vía van afinando sus cálculos, reduciendo las expectativas del riesgo en el tiempo y en el espacio. La región de Sumatra figuraba en los mapas de riesgo rusos, porque estadísticamente algún día tendría que suceder un terremoto. Pero no todos los terremotos causan tsunamis; sólo lo hacen aquellos que se producen bajo el mar, cerca del fondo marino y en los que hay un movimiento vertical. De ahí que muchas alertas sean fallidas, porque primero se detecta el terremoto y luego hay que confirmar si se producirá una ola gigante.
Detección. Los tsunamis se detectan gracias a unos sensores de presión que se alojan en el fondo del mar, a veces a 4.000 y 5.000 metros de profundidad. Estos aparatos analizan la mayor presión que ejerce sobre el fondo una ola gigante. La señal es enviada a una boya de superficie que la envía a un satélite y de ahí a la sala de control de la red de alerta. Cada vez son más sofisticados estos aparatos y los de última generación cuestan unos 250.000 dólares con la instalación y otros 50.000 dólares su mantenimiento anual.
Red de alerta en el Indico. Según Phil McFadden, jefe del servicio de Geociencia de Australia, con un coste entre 15 y 20 millones de dólares y en tan sólo 12 meses, el Indico podría contar con una red de alerta. Pero de nada vale detectar las olas gigantes si luego no hay una labor educativa profunda y un sistema eficaz de aviso a la población costera.
La ola gigante del pasado día 26 fue detectada por la red de alerta del Pacífico. Hubo llamadas y mensajes antes de la llegada del maremoto. En concreto, la Administración Oceanográfica de EEUU (NOAA) avisó a Indonesia del fenómeno, pero no sirvió de nada debido a la falta de una red eficaz de protección civil.La decisión de instalar la red de alerta en el Indico se ha tomado ya en la Conferencia de los Países Donantes que tuvo lugar el día 6 en Yakarta.
La comunidad internacional ratificará la decisión previsiblemente en la Conferencia Mundial para la Reducción de Desastres, que tendrá lugar en Japón a partir del día 16. El director de esta agencia de la ONU, el venezolano Salvano Briceño, ha afirmado en los últimos días que otras zonas del planeta están necesitadas de sistemas de alerta similares y citó expresamente el Mediterráneo y el Caribe.
Riesgos en España. «España también está expuesta a un tsunami», asegura Carmen López, de la Red Sísmica Española. Esta institución, dependiente del Ministerio de Fomento, ha elaborado conjuntamente con Protección Civil y el Observatorio de la Armada de San Fernando (Cádiz) un borrador sobre sistemas y metodología para crear una red de alerta de maremotos, fundamentalmente frente al Golfo de Cádiz.
La zona sísmica más problemática a juicio de estas instituciones se extiende entre Gibraltar y las Azores. Como consecuencia de esa actividad tuvo lugar el conocido como terremoto de Lisboa en 1755 frente al cabo de San Vicente. A raíz del mismo, se produjo el tsunami mejor documentado que se conoce en España. Sucesivas olas barrieron la ciudad de Cádiz durante una noche. El maremoto afectó incluso a Galicia y provocó unos 2.000 muertos.
«Pienso que a raíz de lo ocurrido, Protección Civil activará las medidas contra este riesgo», señaló a EL MUNDO el responsable de la Red Sísmica, Emilio Carreño.
Reducir daños. La urbanización de la línea costera está también detrás de muchas de las víctimas del maremoto asiático. Hace menos de 100 años, del mar llegaban sólo los corsarios y los maremotos, por lo que nadie se instalaba a vivir en la costa.
Sin embargo, actualmente es todo lo contrario, debido al fenómeno turístico. Esa ocupación trae cambios en los ecosistemas costeros, en los que el hormigón ha sustituido a la duna, al manglar, al coral o a la vegetación, que frenarían parte del impacto de un tsunami. Al derruirse las construcciones, las víctimas y los daños son muy superiores.
Los países turísticos deben tener en cuenta estos factores. Es lo que propugna Francisco Vidal, investigador del Instituto Andaluz de Geofísica. «La industria turística aprovecha la playa pero no se toman medidas sismorresistentes: las construcciones bajas no oponen resistencia al agua, y esto las hace enormemente vulnerables».
Educar a la sociedad. «La mayor experiencia que podemos extraer es la social. La gente debe saber cómo actuar cuando vive en una zona de riesgo», afirma el ingeniero de minas Carlos Paredes Bartolomé, profesor de Matemática Aplicada de la Universidad Politécnica de Madrid.
Pero para saber dónde refugiarse, la gente debe contar con una red de alerta que funcione y una educación previa, que en el caso que nos ocupa no existía. «Desde 1883, no se había producido otro tsunami en la región. Las seis generaciones que han transcurrido han olvidado aquel episodio y los políticos no lo han recordado», añade Paredes, quien se dedica a investigar la actividad geológica y los modelos informáticos.
Dentro de unos días, este investigador viajará a la Antártida junto a un equipo multidisciplinar para actualizar modelos informáticos que sean capaces de conocer como actúa la actividad volcánica y sísmica.
La advertencia del mar. Normalmente, antes de la llegada del maremoto, el mar se retira previamente. Esto ocurrió el día 26 de diciembre según muchos testimonios. Sin embargo, la falta de cultura entre los nativos y los turistas sobre esa prealerta natural les llevó a muchos a curiosear por la zona intermareal que se había quedado sin agua. Cuando llegó el tsunami, les afectó de lleno. La prealerta de una gran bajamar súbita proporciona los segundos suficientes para ponerse a salvo si inmediatamente se suben varios pisos de un edificio que no se pueda hundir porque deja pasar el agua por debajo (no hay muchos edificios antimaremotos), o corriendo y ganando altitud hacia el interior.
El eje desplazado. El gran terremoto del día 26 de diciembre, de magnitud 8,9 en la escala de Richter, además de desencadenar un maremoto, ha provocado un desplazamiento del eje de rotación de la Tierra. Según el geofísico de la NASA, Richard Gross, el planeta gira tres microsegundos más rápido que antes, al haberse inclinado el eje de rotación hasta los 23 grados y 27 minutos.
Sin embargo, este es un fenómeno imperceptible por el ser humano. Sólo los instrumentos más sofisticados son capaces de captar estos cambios inducidos por el movimiento de las placas tectónicas y posteriormente de grandes masas de agua del Indico.
Liderazgo de la crisis. La experiencia demuestra que en caso de grandes catástrofes multinacionales, se producen graves problemas de coordinación y reparto de la ayuda de emergencia y la que se promete a plazos medios y largos, por la falta de organización de los gobiernos.
De ahí que desde el principio, alguien con tanta experiencia como el ex presidente de EEUU, Bill Clinton haya declarado que «es realmente importante que alguien asuma el liderazgo». Ha sido la ONU la que se ha hecho cargo de este papel, y su secretario general, Kofi Annan, parece haber asumido ese liderazgo. Su discurso del jueves en Yakarta insistía en que las ayudas prometidas se hicieran efectivas. De hecho, la catástrofe asiática ha promovido la ola más grande de donativos y solidaridad conocida hasta ahora. Sólo los gobiernos han prometido 3.000 millones de dólares de ayuda. Los donativos particulares podrían ser muy superiores a esa cifra.
Fuente: El Mundo
10/01/05
Publicado por José Repiso para SENTIDO CRÍTICO el 10/31/2010
http://delsentidocritico.blogspot.com/2010/10/las-lecciones-sirven-para-besugos.html
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