El sorprendente "amate"



Seguramente muchos de nuestros amigos mexicanos, especialmente los que residen en algunos lugares del estado de Puebla, conocen muy bien este tipo de papel obtenido artesanalmente aplastando las cortezas de los jonotes blanco y rojo luego cocidas en agua con cal. También se elaboraba antiguamente a partir de la corteza interna de otros árboles como ficus y morus.


A pedido de algunos estudiosos exigentes, cumplimos en ampliar que el jonote o burío (Heliocarpus appendiculatus) es una especie botánica de la familia de las Malvaceae. Es endémica de México y Centroamérica.

El amate se utilizó no solamente para la elaboración de códices mesoamericanos, sino también se ha encontrado en ofrendas prehispánicas arqueológicas. Hoy se lo puede encontrar en la comunidad Otomi San Pablito del municipio de Pahuatlán perteneciente al estado de Puebla, y la manufactura de este tipo de papel es una forma de artesanía y fomento al turismo.

El papel amate aún utiliza el mismo proceso básico utilizado en el periodo prehispánico. El proceso comienza obteniendo la corteza para hacer la fibra. Tradicionalmente, se utilizan árboles de la familia del ficus. Se prefiere la suave corteza interior del árbol, aunque otras partes se usan también.

Antiguamente se mojaba la corteza un día o dos para suavizarla pero actualmente esto se logra hirviéndola, lo que acelera el proceso, más aún si se agrega cal al agua, y más todavía si se usa soda cáustica. Eso reduce el tiempo de dos días hasta solamente dos horas.  

Después de hervida, se enjuaga en agua limpia, y, si se requiere, se blanquea total o parcialmente utilizando cloro. Si se desea darle color se utilizan anilinas industriales en la mayoría de los casos.

Las fibras húmedas se colocan en tablas del tamaño del que se quiere hacer el papel. Las tablas se frotan con jabón para que las fibras no se peguen. Las fibras se acomodan en tablas de madera y son aplanadas a golpes con una piedra volcánica. 

El papel de mayor calidad es hecho acomodando las fibras a modo de retícula. Si se busca un acabado más tosco o rústico, las fibras se colocan de modo más caótico.

Este proceso de maceración libera carbohidratos solubles que sirven como resina para aglutinar el papel. Una vez aplanado, se puede frotar el papel con una cáscara de naranja si se quiere dar un acabado liso y suave.

La masa aplanada se lleva a secar al sol, aún en la tabla. Dependiendo del clima, soleado o no, esto puede llevar desde un par de horas hasta días.

Cerramos aquí, al menos por ahora, mostrando un calendario azteca pintado sobre amate. 


Complejo Cultural Galatro
Editorial Levantando Vuelos


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