Manual de zoología fantástica

La primera edición de este texto fue publicada en el año 1957 por la editorial Fondo de Cultura Económica de México, con una tirada de 10.000 ejemplares, en papel biblia y bajo la supervisión del escritor mexicano Emmanuel Carballo.
Borges y Margarita Guerrero, quienes ya publicaron en colaboración El "Martín Fierro" (BB.AA., Columba, 1953), nos inducen con la lectura de este extraordinario compendio fantástico a que pasemos del jardín zoológico de la realidad al jardín zoológico de las mitologías en el que recrean experiencias literarias, filosóficas, históricas e incluso sagradas, de un amplio espectro mitológico y cultural.
Nos encontramos ante una obra marginal de Borges, aunque a pesar de ello, ha sido traducida a varios idiomas, entre los que se incluyen el estonio. Hemos hallado una referencia de ello en la revista Vikekar (Arco Iris), en la que en su número 1-2 se dieron a conocer algunos fragmentos de El Manual de zoología fantástica, traducidos por Ruth Lias en el año 1997.


En 1967, según algunos estudiosos de la bibliografía borgiana y en 1968, según otros, se modifica su título como El libro de los seres imaginarios (aunque el F.C.E. reeditaría más tarde con la rúbrica original), en la que amplía el manual bajo este nuevo rótulo. Se incrementan treinta y cuatro textos más (sin duda por la inclusión de nuevos seres no zoomórficos: el doble, las hadas...). En 1969, la editorial E.P. Dutton de Nueva York inicia la publicación de las obras completas de Borges, traducidas por Norman Thomas Di Giovanni, ya con el nuevo título. En posteriores obras completas, por deseo expreso de Borges, se eliminan aquellos trabajos realizados en colaboración. En 1964 aparece la obra traducida al alemán y en 1965 en francés.

El Manual de zoología fantástica pretende ser, tal y como Borges lo expresa en el prólogo, la primera obra en su género. El Islam y la Cábala, la literatura china, la epopeya babilónica, los clásicos griegos y latinos, la Edad Media y el Renacimiento son algunas de las fuentes de que se sirven los autores (curiosamente están excluidos los Cronistas de Indias) en su descriptivo recorrido por el bestiario de la imaginación que reúne al Minotauro, la Sirena, la Quimera, el Dragón, el Basilisco, el Cancerbero, el Ave Fénix, el Grifo, el Golem, el Simurg, etc., seres que se metamorfosean en algunos casos, para, aprovechándose del cuento literario (leyendas, libros sagrados, fábulas ...), representar lo fantástico en el sentido más atávico. Los animales soñados por Kakfa, por C.S. Lewis y por Poe, tal vez como arquetipos yungianos relacionados con símbolos sexuales, o como la metáfora del mundo superior de Parménides, donde el universo es producto de un sueño, lo deífico, las metáforas de la imaginación ancestral, lo religioso y lo mágico, conforman el conjunto del desarrollo del texto.
John Ashton, Peter Lum y Joseph Wood Krutch habían publicado pocos años antes, según ha investigado Martha Paley (3), obras similares en inglés y es posible que no sea la antología de Borges la primera en castellano. El escritor peruano José Durand, publica en 1950, con propósito similar al de Borges, Ocaso de Sirenas, Manatíes en el siglo XVI (4), libro en el que se evidencia, a través de los cronistas españoles del siglo XVI, la alucinación y sorpresa de éstos ante la apasionante visión que les ofrecía no solo la geografía americana, sino su extraordinaria cosmogonía. Pero dado el prestigio internacional de un escritor con respecto al otro, será la antología de Borges la que alcance mayor resonancia e influjo en obras posteriores. Lo cierto es que a partir de esta fecha, comienzan a prodigarse los bestiarios latinoamericanos que, o bien recopilan a la manera de Borges testimonios remotos sobre seres fantásticos, o bien adoptan el mundo animal -ya sea fingido o real- como soporte y vehículo de idearios sobre el amor, las relaciones sociales o la condición humana. Transcribiremos una de las inquietantes criaturas que Borges cita en su obra.
EL BORAMETZ
El CORDERO vegetal de Tartaria, también llamado borametz y polypodium borametz y polipodio chino, es una planta cuya forma es la de un cordero, cubierto de pelusa dorada. Se eleva sobre cuatro o cinco raíces; las plantas mueren a su alrededor y ella se mantiene lozana; cuando la cortan, sale un jugo sangriento. Los lobos se deleitan en devorarla. Sir Thomas Browne la describe en el tercer libro de la obra Pseudodoxia Epidemica (Londres, 1646). En otros monstruos se combinan especies o géneros animales, en el borametz, el reino vegetal y el reino animal. Recordemos a este propósito, la mandrágora, que grita como un hombre cuando la arrancan, y la triste selva de los suicidas, en uno de los círculos del Infierno, de cuyos troncos lastimados brotan a un tiempo sangre y palabras, y aquel árbol soñado por Chesterton, que devoró los pájaros que habían anidado en sus ramas y que, en la primavera, dio plumas en lugar de hojas.
Este texto de difícil clasificación, podría ser una "antología fabulada", "ficción en prosa" o simplemente lo que Borges nos sugiere, un recuento erudito de la larga tradición literaria en la que se incorporan seres sobrenaturales y bestias mágicas. Aunque estamos de acuerdo con Mignolo [1988] cuando asegura que estos términos ("Zoología fantástica" y "Seres imaginarios") nos remiten a la ficción fantástica y al concepto que de ella tiene Borges: fusión de textos, ambivalencia lingüística, inserción de la historia en el texto y viceversa, el antiparaíso en definitiva, recursos que utiliza Borges permanentemente en su creación literaria.
Hemos encontrado muy poca crítica literaria en torno al Manual, aunque se han ocupado de él, Gogol [1975]  que le dedica unas pocas páginas a El libro de los seres imaginarios y a Lupi [1967-1972]  que elabora la taxonomía del Manual de zoología fantástica.
Por otra parte, el artista oaxaqueño Francisco Toledo (1944), presentó en el mes de noviembre del pasado año 1999, en el Palacio de Bellas Artes de México, la exposición Zoología Fantástica de Francisco Toledo, con 46 de sus tintas y acuarelas, inspiradas en El libro de los seres imaginarios. La muestra establece una relación cercana entre el progenitor de la obra y el observador y ya ha sido expuesta en 17 países, entre los que se incluyen España, en Casa de América de Madrid, diferentes lugares de U.S.A., América Latina y Oriente.
EL BESTIARIO
Las literaturas de tradición oral, transmitidas de generación en generación con un contenido casi exclusivamente mítico y descontaminado de la cultura occidental, han sido un leiv motiv en el desarrollo de la literatura latinoamericana, desde los mitos y leyendas de los grupos sociales indígenas, hasta los cronistas españoles del siglo XVI, se han recogido en autores como Alejo Carpentier, Gabriel García Márquez, Augusto Monterroso, Pablo Neruda y Jorge Luis Borges, por citar solo a algunos de ellos. Inaugurado por Aristóteles y Plinio, el bestiario es considerado un género breve y descriptivo muy popular en la época clásica y más tarde en la Edad Media. Podemos encontrar una descripción de la historia del género en la escritora ya citada, Martha Paley de Francescato (1977) en Bestiarios y otras jaulas y en Margaret Mason en "The Bestiary in contemporary Spanish American Literature" (1974).
Fusionando la verdad y la fantasía, animales reales e imaginarios con alegorías místicas y moralizadoras en la tradición del "enxiemplo" y en la creencia de que el mundo exterior es reflejo visible y manifestación del reino de Dios y el encanto y fantasía de tales representaciones, que los cronistas de Indias darán nuevo impulso, los bestiarios conocen el mejor momento de auge en la prosa latinoamericana del siglo XX. Son varias las obras que favorecen este fenómeno: La casa de fieras. Bestiario (1922) de Alfonso Hernández Catá, el Manual de Zoología Fantástica (1957) de Jorge Luis Borges y Margarita Guerrero o el Bestiario (1951) de Juan José Arreola, titulado inicialmente como Punta de Plata, que aparece como conjunto en 1958, aunque algunos de sus textos son de 1951, Otros ejemplos posteriores los encontramos en Para un bestiario de Indias (1968) de Alberto M. Salas, compilación de testimonios del siglo XVI, el Bestiario mexicano (1987) de Roldán Peniche B., catálogo de entes fabulosos mexicanos de la época prehispánica, Los animales prodigiosos (1989) de René Avilés Fabila o El Bestiario de Indias del Muy Reverendo Fray Rodrigo de Macuspana (1995), compilado por Marco Antonio Urdapilleta que según el profesor Lauro Zabala, reúne materiales de diversas fuentes en las que se reconocen subtextos alegóricos y una síntesis de conocimientos empíricos de diversa naturaleza. Según la información ofrecida también por el Dr. Zabala, se ha publicado el primer Diccionario de bestias mágicas y seres sobrenaturales de América (UdeG, 1995) compilado por Raúl Aceves. Por último, hemos rastreado en la existencia de algunos bestiarios poéticos, (menos divulgados) como el "Bestiario" de El jarro de flores, (1922) de Juan José Tablada, el de Estravagario, (1958) de Pablo Neruda, El gran zoo, (1967) de Nicolás Guillén, "Los animales saben" en No me preguntes cómo pasa el tiempo (1964-68) de José Emilio Pacheco, Ínfima fauna (1962) de Carlo Antonio de Castro, etc.
Todos ellos son deudores de la sugestión literaria por los animales reales o por los monstruos maravillosos. El animal fingido, tradicional o nuevamente creado, se convierte en un acicate para la imaginación y el animal real se convierte en pretexto de idearios o en fórmulas para exorcizar demonios propios: las bestias fantásticas conviven así con las inventadas.
El vehículo de presentación de estos textos asegura -como en las misceláneas-, una lectura fragmentaria con estructura similar a los microcuentos, tal y como Borges señala en el prólogo, "... no ha sido escrito para una lectura consecutiva. Querríamos que los curiosos lo frecuentaran como quien juega con las formas cambiantes que revela un calidoscopio"
Por:María Ángeles Vázquez
Fuente: Biblioteca de Babab.com

No hay comentarios.: