Un libertino en Río

Libro mundano, quevedesco y breve, en Unos días en el Brasil se esconden, bajo la apariencia de diario, una historia de amor y un extravagante sainete. El amor lo pondrá la joven Ophelia, adolescente esquiva, cuya ausencia dirige de algún modo la estancia del escritor en tierra brasileña. El sainete, de un vago cosmopolitismo, viene de la reunión del PEN Club en Río de Janeiro (1960), y cuya crónica es, sobre mordaz, de una pesadumbre irónica y malvada. "Yo soy escritor por escrito" dice Bioy, cuando se ve acuciado por su legación para intervenir en alguna de las conferencias del congreso.



De fondo está el nuevo Brasil, el ambicioso sueño de Brasilia, que Bioy visita en plena construcción, y que le parece "digna del peor (o mejor, tanto da) Le Corbusier". Al final del volumen se adjuntan fotos del propio Bioy Casares, donde a la pureza de líneas de Niemeyer se añade la desolación y el asombro despeinado de los indios. También se adjunta un conmovido Postfacio de Michel Lafon, catedrático de Literatura argentina en Grenoble, y editor en Francia de sus obras completas. En cualquier caso, tras las lectura de estas páginas, queda claro que Bioy Casares fue la parte movediza, elegante y seductora de un único cuerpo rioplatense; aquél que formaron, en numerosos volúmenes y a lo largo de una dilatada amistad, él mismo y Jorge Luis Borges. Así, podemos decir que Unos días en el Brasil es un libro cordial, incisivo, alegre, agravado a veces por la melancolía de la mujer ausente. Esta mujer no es otra que la brasileña Ophelia, a la que conoció diez años atrás en un barco de camino a Europa. Ya en Río, sin embargo, la búsqueda infructuosa de Opheliña se cruza con el deslumbramiento de otras damas, y el impreciso temor a saberse definitivamente viejo. "Uno sabe que está viejo -escribe Bioy- cuando aparecen lunares en las manos y nota que se volvió invisible para las mujeres". De este modo, el argentino repetía, quizá sin saberlo, el desolado hallazgo de Ortega y Gasset ante el incesante tráfico femenino de la Gran Vía: "Es que no nos ven", concluyó, no sin dolor, el filósofo madrileño.



Obra de bon vivant, de grata ligereza, por ella asoma una América porvenirista de altos restaurantes y aviones a deshora. El retrato inmisericorde de los escritores, sumidos en un profundo, incorregible egotismo, hace aún más humanas estas páginas de intensa veracidad biográfica.



Adolfo Bioy Casares. La Compañía / Páginas de Espuma. Madrid, 2010

Fuente: http://www.europasur.es/

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