Borges y el ajedrez


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El ajedrez es un juego de variaciones infinitas. Si las jugadas que se hacen sobre el tablero correspondieran a la realidad, las variantes imaginadas, pero no hechas, equivaldrían a ficciones literarias. Pero ocurre que en los laberintos del juego, igual confluyen espíritu y materia, idea y acción. Táctica y estrategia conforman una dialéctica que lleva a las cimas más altas del pensamiento o a sus peores hondonadas. Quizá por eso Jorge Luis Borges, como en su tiempo Cervantes,Dante Alighieri, Shakespeare o Goethe, alude con frecuencia al ajedrez tanto en ensayos como en ficciones y poemas


En estas alusiones, Borges no pretende descifrar variantes ni aclarar paradojas; se limita a mostrar y a preguntar. En el poema "Ajedrez", por ejemplo, que consta de dos sonetos, primero menciona a los protagonistas: "En su grave rincón, los jugadores rigen las lentas piezas"; luego califica las formas: "torre homérica, ligero caballo, armada reina, rey postrero, oblicuo alfil y peones agresores"; y por último recuerda sus orígenes: "en el oriente se encendió esta guerra/ cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra".

El segundo soneto está inspirado en el pensamiento del poeta y matemático persa Omar Khayyam, quien también vio en el ajedrez una clara alegoría del destino humano. Dice Borges: "Sobre lo negro y blanco del camino/ buscan y libran su batalla armada", después hace una precisión determinista: "No saben que la mano señalada/ del jugador gobierna su destino..." y más adelante agrega: "También el jugador es prisionero/ (la sentencia es de Omar) de otro tablero/ De negras noches y de blancos días". Y al final formula la pregunta más fascinante que hayan concebido tanto la poesía, como la filosofía y la teología juntas: "Dios mueve al jugador, y éste, la pieza. / ¿Qué dios detrás de Dios la trama empieza/ de polvo y tiempo y sueño y agonías?"
Es evidente que su padre lo introdujo tanto en la filosofía como en el ajedrez. En el prólogo a "El oro de los tigres", 1972, dice: "Mi lector notará en algunas páginas la preocupación filosófica. Fue mía desde niño, cuando mi padre me reveló, con ayuda del tablero del ajedrez (que era, lo recuerdo, de cedro) la carrera de Aquiles y la tortuga".

De alguna manera Borges ve en el anigma de la poesía un ajedrez de orden onírico. En su prólogo a "El otro, el mismo", 1964, dice: "Ajedrez misterioso la poesía, cuyo tablero y cuyas piezas cambian como en un sueño y sobre el cual me inclinaré después de haber muerto". También lo compara con la novela policial inglesa: "En Inglaterra el género policial es como un ajedrez gobernado por leyes inevitables". Al comentar un cuento de G. K. Chesterton para la revista "El hogar", mayo de 1937, de Argentina, dice: "No es menos arduo y elegante que un severo problema de ajedrez o que una contre rimé de Toulet". En una reseña sobre Brighton Rock, novela de Graham Greene publicada en 1939, Borges dice: "Tiene la intensidad de un tigre y la variedad que puede lograr un duelo de ajedrez". En la primera pieza de "Ficciones", evoca la escena de un ingeniero inglés, amigo de su padre: "Solían ejercer un intercambio de libros y de periódicos; solían batirse al ajedrez, taciturnamente...".

Más adelante alude a Tlön, un laberinto urdido por hombres: "El contacto y hábito de Tlön han desintegrado este mundo. Encantada por su rigor, la humanidad olvida y torna a olvidar que es un rigor de ajedrecistas, no de ángeles". Y en un diálogo de "El jardín de los senderos que se bifurcan", dice: "-En una adivinanza cuyo tema es el ajedrez ¿cuál es la única palabra prohibida? Reflexioné un momento y repuse: -La palabra ajedrez".

Harold Alvarado Tenorio, en "La Jornada Semanal", México, noviembre de 1993, publica cinco sonetos transcritos por María Panero mientras Borges se los recita: En uno de ellos éste improvisa: "El pasado está hecho de jardines, los amantes, las naves, la curiosa enciclopedia que nos brinda ayeres, los ángeles del gnóstico, los seres que soñó Blake, el ajedrez, la rosa".

En "El milagro secreto", cuenta que la noche del 14 de marzo de 1939, en un departamento de la Zeltnergasse de Praga, el escritor Jaromir Hladik, soñó con un largo ajedrez. "No lo disputaban dos individuos sino dos familias ilustres; la partida había sido entablada hace muchos siglos; nadie era capaz de nombrar el olvidado premio, pero se murmuraba que era enorme y quizá infinito; las piezas y el tablero estaban en una torre secreta; Jaromir (en el sueño) era el primogénito de una de las familias más hostiles; en los relojes resonaba la hora de la impostergable jugada; el soñador corría por las arenas de un desierto lluvioso y no lograba recordar las figuras ni las leyes del ajedrez. En ese punto se despertó. Cesaron los estruendos de la lluvia y los terribles relojes. Un ruido acompasado y unánime, cortado por algunas voces de mando, subía de la Zeltnergasse. Era el amanecer, las blindadas vanguardias del Tercer Reich entraban en Praga".

En "Cuentos breves y extraordinarios" compilados con Bioy Casares, citan una leyenda celta, "La sombra de las jugadas": Dos reyes enemigos juegan ajedrez mientras en un valle cercano sus ejércitos luchan y se destrozan. "Llegan mensajeros con noticias de la batalla; los reyes no parecen oirlos e, inclinados sobre el tablero de plata, mueven las piezas de oro... Hacia el atardecer, uno de los reyes derriba el tablero porque le han dado jaque mate y poco después un jinete ensangrentado le anuncia: tu ejército huye, has perdido el reino"


"Literaturas germánicas medievales" fue escrita en colaboración con María Esther Vázquez en 1966. Ahí está "La Edda mayor" que trata de héroes y dioses. La escena ocurre durante una batalla: "Los dioses combaten contra los gigantes glaciales. Los gigantes quieren escalar el cielo subiendo por el arco iris, que se rompe. El sol se oscurece, la tierra se anega en el mar, del firmamento caen las claras estrellas.


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La sibila hace un esfuerzo último y ve la tierra que resurge y los dioses que vuelven a la pradera, como al principio, y encuentran las piezas de ajedrez en el pasto y hablan de las batallas que fueron". Vida, literatura y ajedrez: juegos de un juego que Borges convierte en poesía. "Pensar, analizar, inventar no son actos anómalos, dice uno de sus personajes, son la normal respiración de la inteligencia... Todo hombre debe ser capaz de todas las ideas y entiendo que en el porvenir lo será


Por :Javier Vargas Pereira
para la Revista Colombiana de ajedrez.
 Javier Vargas Pereira es columnista de ajedrez y temas culturales en el periódico Reforma, de México. En Chile, su país natal, fue dirigente estudiantil universitario en la década de los 60, profesor de Filosofía en el Liceo Coeducacional de Parral y Consejero de Asuntos Juveniles del presidente Salvador Allende Gossens (1970 1973). En México, donde reside desde 1975, ha sido vendedor de libros, editor y ajedrecista por afición.

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