Borges y las musas

María Kodama, presidenta de la Fundación Internacional Jorge Luis Borges, es una mujer tranquila, amable, elegante, con un ligero acento argentino. Charlamos recientemente con ella en la Casa de México en París, después de una conferencia que dio para presentar una parte de la biografía de Jorge Luis Borges que está preparando.
- Se dice que Borges fue decisivo en dos sentidos para usted, ¿Cuáles fueron estos?
- Primero porque sobrepasaba la medida de aquello que estábamos habituados a hacer y, segundo, porque fue alguien que tocaba sus textos de manera que nos encantaba como el flautista de Hamelin, alguien que se constituía como una instancia moral, insobornable, en un mundo que no era así.
- ¿Cómo conoció usted a Borges?
- En mi juventud me lo encontré en las calles de Buenos Aires. Me invitó a estudiar el anglosajón, nos citábamos en varios bares y era muy lindo. Cuando lo conocí a los 16 años no estaba enamorada de él, o lo estaba y no lo sabía. Nos divertíamos mucho durante estas entrevistas.
- ¿Cómo fue desarrollándose su relación?
- Yo estudiaba literatura en Buenos Aires. Comencé a estudiar con él a los 16 años. Esto hizo que la relación fuera muy profunda. Primero me pidió que le ayudara con unas notas, posteriormente me fue dictando sus obras, que revisaba una y otra vez hasta encontrar la perfección de la palabra. Fue una relación larga, muy matizada y compleja. Era sumamente perfeccionista, revisaba innumerables veces sus poemas y, ya revisados, los publicaba en periódicos. Luego los volvía a revisar y ya cuando sentía que estaban perfectos,
los enviaba a la editorial para publicar el libro.
- ¿Quién era la musa de Borges?
- Él decía que su musa llegaba a través de los sueños, a veces de las pesadillas. Los dejaba reposar y luego analizaba si el material de los mismos servía o no para un poema o una prosa. Se sentaba en una silla con una pierna colgando y cerraba los ojos como para interiorizar ese sentimiento e iba contando con los dedos las sílabas en el aire y luego a corregir y corregir. En una ocasión hubo un poema que hizo en Estados Unidos que se lo dictó un sueño y que él no iba a corregir porque no se sentía con derecho. Yo admiraba que no se sintiera ciego, actuaba como si viera.
- ¿Qué era para Borges la inspiración? ¿Tenía algún horario fijo de trabajo?
- Ésta era como la musa para los griegos, es como un soplo que llega sin saber de dónde para poder hacer algo. Generalmente no tenía un horario estricto, sólo cuando debía entregar un libro. No era un escritor metódico, salvo en las entregas ya programadas, entonces sí se sentaba y no paraba hasta terminar el libro.
- ¿Cuál fue el episodio más debatido en la vida de Borges?
- Cabe destacar que yo nunca escuchaba sus conversaciones telefónicas, pero en una ocasión que lo hice, porque él me tomó del brazo para que no me fuera de la sala, y por las respuestas que daba, descubrí que hablaba con alguien sobre el premio Nóbel y su nominación. Al parecer, por lo que Borges contestaba, el interlocutor le pedía que renunciara a ir a recoger el premio Honoris Causa que el presidente de Chile, Pïnochet, le otorgaría, con el fin de que al hacerlo obtendría el premio Nóbel. Borges rechazó la petición diciendo: "Le agradezco lo que me dice, que soy un candidato para el Nóbel, pero lo que usted me propone no lo puedo permitir porque dos cosas que un hombre no puede aceptar es sobornar o dejarse sobornar." Después de esta conversación, fue a recibir su reconocimiento a Chile y, por consiguiente, no obtuvo el aclamado reconocimiento, lo que no le resultó tan dramático ya que esta tan sonada situación lo hizo más famoso que haber obtenido el Nóbel, y se volvió una broma entre nosotros y los amigos.
- Usted, que tantos años fue los ojos y las manos de Borges, ¿nos puede decir cómo nacía un poema en Borges desde la voz de otro poeta?
- Borges fue muy agradecido con todos aquellos que lo habían ayudado a construir su obra, empezando por su abuela inglesa que desde pequeño le contaba cuentos y le leía la Biblia. Así, uno de los primeros ecos poéticos que llegan a Borges son los versículos de la Biblia. Luego iba con su padre a la biblioteca y leía los libros que estaban al alcance de sus manos, pero su padre también le hablaba de filosofía. Desde muy pequeño estuvo sujeto a una disciplina que no le era impuesta y que lo llevó después a la comprensión de los textos.
- ¿Cuáles fueron algunos de los autores que influyeron y gustaban a Borges?
- Dante Alighieri, Shakespeare, Cervantes, Quevedo, Whithman, Virgilio, Homero. Borges hojeaba los libros y les hacía anotaciones. Luego de leerlos los firmaba y les ponía fecha para que, tiempo después,cuando los releyera, viera, comparara y valorara su pensamiento de ayer con el actual.
-¿Quedaron muchas obras de Borges sin publicar?
- De cartas hay todavía por publicar unas cuantas. Tampoco ha salido a la luz el guión de un film que escribió cuando estaba muy enfermo en Venecia, ni se conocen algunos de sus prólogos. En concreto, el año pasado salió un volumen de los textos recobrados que es todo lo que la fundación pudo juntar de material inédito; es decir, aquello que no fue publicado como libro sino en diarios y revistas. Ya empezó el editor en Buenos Aires, el año pasado, a publicar el primer volumen.
- Por supuesto que ha de conservar muchos recuerdos de Borges, ¿Hay alguno en especial que le guste traer a la memoria?
- Sí: uno de los más hermosos fue cuando le di como regalo llevarlo a ver los tigres. Todavía distinguía las cosas en blanco y negro. Yo conocía al dueño de un zoológico que me comentó que cuando los tigres nacían, él sabía si eran buenas o malas bestias. A Borges eso le llamó mucho la atención. Fue un día extraordinario para él, poder tocarlos, sentirlos. El tigre era su animal preferido porque significaba la fuerza y la elegancia. Esta figura le era recurrente porque de pequeño iba mucho al zoológico a verlos.
Por: Lina Zenón
fuente:http://www.elatinoweekly.com/article.cgi?article_id=452

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